¿Las plantas tienen sentimientos? Pero no de manera poética ni metafórica sino sentimientos ¿reales, reales? ¿Puedes estar causando sufrimiento a las flores que cortas, a la planta cuyos vegetales consumes, al césped que cortas cada mañana del domingo?
Muchas personas hablan a sus plantas, les tratan con aprecio y se dirigen a ellas con total ternura. Aunque esto pueda parecer un simple gesto simpático, en verdad abre la pregunta por la sensibilidad de que son capaces las plantas y el reino vegetal en sí. Esta pregunta no es trivial, pero antes haría falta distinguir entre consciencia e inteligencia.
Las plantas son conscientes
Aunque la cultura popular tenga este concepto ligado a los seres humanos, la ciencia aboga por reconocer la conciencia como una respuesta evolutiva, y natural, presente en todos los seres vivos. Pensamos que la conciencia en otros seres es difícil de aceptar, quizá porque la única constancia que tenemos sobre ella es la propia: yo sé que tengo consciencia porque pienso y actúo en mi medio ambiente sabiendo que lo hago. En el caso de otros humanos y otros animales, podemos inferir que hay consciencia por el hecho de que sus actos suscriben consecuencias que nos hacen suponer que hay una. Pero ¿qué sucede con las reino vegetal, por qué puede chocarnos tanto la idea de que allí también rigen los fundamentos de la conciencia? La bióloga Lynn Margulis y el divulgador científico Dorion Sagan en su libro ¿Qué es la vida?[1] escriben que “no solo los animales son conscientes sino que cada ser organizado es consciente. Para decirlo de manera sencilla, la consciencia es un conocimiento (awarness) del mundo exterior”. Si tomamos esta referencia podríamos asumir que en las plantas existe una organización que responde acertadamente a los estímulos ambientales del exterior, entonces podríamos afirmar que existe algún tipo de consciencia. Un equipo de biólogos moleculares, en 2006 declaró la creación de una nueva rama de la biología, llamada neurobiología vegetal, donde se investigan los comportamientos de las plantas no solo como producto de procesos genéticos y bioquímicos independientes sino en niveles de desarrollo optimizado por una “señalización integrada, una comunicación y sistema de respuesta” integrado en cada planta. Es decir, las plantas responden de manera organizada a variables externas como la luz, la temperatura, el agua, la presencia de toxinas, patógenos e incluso fuerzas de gravedad. Además, las plantas utilizan señales eléctricas que podríamos calificar como “neuronales” que facilitan la comunicación con otras plantas. Las plantas tienen entre 15 y 20 parámetros diferentes para responder adecuadamente a su medio ambiente, entre los cuales hay algunos similares a nuestros sentidos del olfato, la vista, el gusto, el oído y el tacto. Crecen hacia el sonido vibratorio, siempre en dirección de la gravedad. Sus raíces producen sonido para determinar su posición en la tierra. Incluso son plenamente conscientes de otras plantas a su alrededor y de la relación de competencia o afiliación que representa cada una de ellas.
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[1] 1. Margulis L, Sagan D. ¿Qué es la vida? Barcelona, Tusquetes, 1996.
¿Pero son inteligentes?
Para empezar debemos desmitificar que nuestros cánones humanos para medir la inteligencia sean los únicos válidos. Esto sería llanamente un caso de antropocentrismo. La inteligencia significa cosas distintas según de qué especie hablemos y cada organismo ha evolucionado para desarrollar la inteligencia que necesita para prosperar en su ambiente. Es decir, ¿a mi planta le falta inteligencia por no poder resolver un problema de aritmética básica? Probablemente no lo haya desarrollado porque no lo necesita, pero ¿a los humanos falta inteligencia por no poder transformar en energía calórica la luz solar como hacen las plantas? Como vemos la pregunta es incorrecta, porque obliga a integrar funciones biológicas que no corresponden con la especie. En definitiva, cada ser vivo ha desarrollado las habilidades que necesita para vivir en su mundo particular. En biología esto es conocido como la Umwelt, la necesidad de comprender cómo se relaciona una especie con su entorno para comprender sus dimensiones de comportamiento.
El biólogo Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal sostiene que las plantas piensan, de manera distinta a la nuestra, utilizando inteligencia distribuida, es decir, reúnen información relevante de su medio ambiente y responden de manera beneficiosa para todo su organismo. La inteligencia que usan las plantas no está basada, como la nuestra y la de otros animales en el cerebro y la médula espinal, pero si entendemos la inteligencia como la capacidad de resolver problemas, podemos afirmar que las plantas lo hacen todo el tiempo: esquivan exitosamente la sombra de otras plantas, son capaces de crecer a través de las sombras hasta alcanzar los rayos de luz, pueden girar sus hojas en su dirección si hace falta, mantienen una relación simbiótica con sus polinizadores, se defienden químicamente de sus agresores, etc. Lo interesante es que no se trata de una reacción meramente pasiva, sino que ellas deciden de qué modo conviene actuar para ahorrar cuanto más energía mejor, solucionando el problema. Las raíces, que ya llamaban la atención del mismísimo Darwin como el cerebro de las plantas, muestran comportamientos muy sofisticados pues no tienden a alargar sus confines sin antes haber inspeccionado el medio circundante, impidiendo bloqueos y obstáculos competitivos.
Entonces
Conciencia e inteligencia deben ser entendidos como fenómenos naturales. Las diferencias en su proceder son esperadas, dado que hablamos de distintas especies y reinos. Tan distinta puede ser la reproducción en un mamífero como en un árbol o una bacteria y sin embargo seguimos hablando de reproducción. Pues lo mismo con la consciencia y la inteligencia. Entendemos que nuestras plantas no tienen un sistema nervioso capaz de sentir el dolor tal como nosotros lo sentimos, pero en su conjunto, como ente vivo, sí que está consciente de lo que sucede a su alrededor. Por lo tanto, cuidar de ellas, proveerles los cuidados necesarios si están a nuestro cargo, es una magnífica idea para preservar su bienestar.